viernes, 11 de diciembre de 2009
"ERIK, HIJO DE ÁRKHELAN" YA EN DIGITAL
sábado, 23 de mayo de 2009
Tom Sawyer vs Huckleberry Finn
jueves, 7 de mayo de 2009
ERAGON
Hace unos meses leí "Brisingr", el tercer y, ahora resulta que, penúltimo tomo. Lo empecé con interés, y recuerdo que me sorprendió cuando, pasada la mitad del libro, aún tenía la impresión de estar empezando la historia. Al terminarlo, aunque no me había disgustado y tengo la intención de leer el cuarto tomo, confirmé que, en realidad, tras cientos de páginas la historia apenas ha avanzado unos pasitos. No me extraña que haga falta un cuarto libro y, como se descuide, un quinto y sexto.
Aunque con el paso del tiempo (sobre todo el transcurrido desde que me acabé las dos primeras partes) es posible que haya olvidado muchas virtudes y defectos de esta obra, mi impresión general es que se trata de un libro agradable e interesante, con personajes atractivos y pasajes muy intensos, pero que no sobresale por su calidad, ni creo que vaya a pasar a la historia como uno de los clásicos de la literatura juvenil.
He leído los tres tomos en versión original, ventajas de ser profesor de inglés, y no se me olvida que, cuando empecé "Eragon", tuve que releer los primeros párrafos porque no acababa de captar el estilo de Paolini. Hace poco, hablando sobre este libro, una futura escritora de proyección internacional me comentó que le parecía "una trama interesante pero mal escrita y con poco profundidad". Es un comentario informal y, seguramente, la misma autora de este comentario lo matizaría bastante si tuviera que hacer una crítica formal. Pero como en este blog la idea es hablar de literatura juvenil de modo informal, pues lo incluyo y que cada uno opine lo que quiera.
Personalmente, como he dicho un poco más arriba, no creo que se trate de un gran libro -a mi modo de ver, esta a años luz de Harry Potter, por citar un ejemplo conocido- pero sí de una obra entretenida y que no cansa pese a su extensión. Sobre la película mejor no hablar. La vi al poco de acabar "Eldest", el segundo tomo, y se me cayó el alma a los pies. Mira que es una historia con posibilidades cinematográficas, pues me dio la impresión de que la productora (o quien se encargue de estas tareas) había cogido un poco de aquí, un poco de allá, lo había agitado un rato y a ver qué sale. Pues salió un bodrio que aburre a la mayoría y decepciona a los que han leído el original. Y si aquí no me he cortado a la hora de mostrar mi desagrado, es porque mi opinión se ha visto reforzada por la de un gran sector del público juvenil: ventajas de trabajar en un colegio.
martes, 5 de mayo de 2009
LAURA GALLEGO
lunes, 20 de abril de 2009
Gracias, J.K. Rowling
sábado, 11 de abril de 2009
¿Qué les gusta a los niños?
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¿Te has encontrado alguna vez en la necesidad de elegir un libro para un niño? (Con permiso de nuestros ministras y nuestras ministras, voy a utilizar el masculino genérico para hablar tanto de hombres como mujeres) Pues te puedo asegurar que no es una tarea fácil. Los Reyes Magos deben plantearse la posibilidad de presentar su renuncia cada vez que un niño, seguramente animado por sus padres, escribe en su carta el término libro, así, en general. "Quiero la PSP 2 turbogeneration, un mp4 marca apple, la camiseta del Valencia con el nombre de David Villa a la espalda... y un libro".
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Y es que, aunque hay cientos de libros para el público más joven, no todos cumplen los requisitos mínimos para agradar a estos supercríticos literarios.
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Me gusta la literatura juvenil, quizá porque de pequeño casi no leía y ahora siento la necesidad de llenar ese vacío. Recuerdo cuando, hace un par de años, leí un libro de Los Cinco para ver si podría interesarle o no a alguno de mis alumnos. Al terminarlo pensé: "¡qué lástima no haberlo descubierto antes!", porque, aunque me duela reconocerlo, ahora ya me pilla mayor y, en mi opinión, la serie de Los Cinco es una de esas que solo disfrutan realmente los niños.
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Pues, como decía más arriba, siento interés por la literatura juvenil y procuro estar más o menos al día de los últimos títulos que llegan a las mochilas de los chavales. Siempre que veo en algún periódico, revista o suplemento cultural algún artículo sobre literatura infantil y juvenil, le echo un vistazo y, con mucha frecuencia, encuentro que los libros que suelen leer los chicos que conozco ni siquiera aparecen en la lista de obras de mayor relevancia que ofrecen esos estudios o que, si se los cita, no pocas veces es de un modo desdeñoso, como simples productos de mercado que han llegado a los niños gracias a la publicidad, pero que contaminan el valioso archivo que nos han dejado los escritores de épocas pasadas.
viernes, 10 de abril de 2009
Capítulo III
CAPÍTULO III
Al llegar a casa, Erik fue directamente a la parte de atrás, comprobó que los cachorros estaban en su caseta y después se dirigió hacia los establos. La granja de la familia de Erik era la más grande del pueblo. Cuando Árkhelan dejó el ejército gastó gran parte de sus ahorros en ella. Además de los típicos animales de granja, Árkhelan también criaba caballos y los domaba. Era un magnífico jinete y los conocía muy bien, por esta razón, muchos de los caballos que usaban los oficiales del ejército habían sido criados por él.
Cuando Erik llegó al picadero, vio a Robert, su hermano pequeño, montado a caballo y a su padre junto a él enseñándole. Erik sonrió recordando cuando su padre le enseñó a montar. Al principio sintió bastante miedo al verse en lo alto de ese gran animal, pero Árkhelan estuvo en todo momento junto a él, como hacía ahora con Robert. En pocos días Erik fue capaz de montar sólo y ahora casi igualaba en destreza a su padre.
Algunos meses atrás, a principios de verano, Erik cumplió quince años y ese día Árkhelan le regaló un caballo, un magnífico ejemplar de color negro azabache. Erik había presenciado su nacimiento, tres años antes, y desde entonces había cuidado de él con muchísimo cariño. Se llamaba Darko y, pese a ser todavía bastante joven, era un animal de gran fuerza y velocidad que obedecía la menor insinuación de su amo, pareciendo adivinar sus pensamientos. Erik lo montaba a diario; le gustaba salir a galopar por el valle soltando las riendas y permitiendo que fuera Darko quien eligiera el camino.
-Hola, Erik –saludó Robert desde lo alto del caballo -. ¿Has visto cómo monto?
-Lo haces muy bien, pronto podremos salir juntos a dar una vuelta –respondió Erik sonriendo.
-Claro que sí –intervino Árkhelan-, lo único que te falta, Robert, es un poco de confianza para ir más relajado, pero pronto perderás el miedo y llegarás a ser un gran jinete.
-¿Cómo tú? –preguntó Robert con sencillez.
-Mejor que yo, espero –respondió Árkhelan.
-Pero si tú montas muy bien –insistió Robert.
-Es cierto –reconoció Árkhelan-, pero mi ilusión es que mis hijos sean en todo mejores que yo, y sus hijos mejores que ellos.
-Y así sucesivamente hasta el final de los tiempos –bromeó Erik-. ¿Os queda mucho rato?
-No, ya es hora de ir recogiendo, está empezando a oscurecer.
Erik ayudó a su padre y a su hermano a llevar los caballos a los establos y a guardar al resto de animales en sus jaulas. Después entraron en casa donde Nela trajinaba, acabando de preparar la cena.
Nela, sólo un año menor que Erik, era una chica alegre y responsable que había adoptado el papel de mujer de la casa desde el fallecimiento de su madre. Trabajaba muchísimo y cuidaba de sus hermanos pequeños con la misma dedicación que si fueran hijos suyos. Erik la trataba siempre con delicadeza, cariño y agradecimiento, consciente de las muchas privaciones a las que se sometía por el bien de la familia.
-¿Te ayudo en algo, Nela? –preguntó Erik acercándose a su hermana.
-Sí, podrías ir poniendo la mesa porque la cena ya está casi lista. ¡Robert, no toques la comida con las manos sucias!
-Pero si no me las he manchado –protestó el aludido mientras se dirigía a obedecer la orden de su hermana.
Robert, un muchacho de pelo moreno y revoltoso, tenía tres años cuando murió su madre, así que sólo conservaba un vago recuerdo de ella. En su rostro infantil, se adivinaban los rasgos fuertes propios de su familia. Sus ojos, grandes y azules, contrastaban con la palidez de su cara y la iluminaban cuando los abría desmesuradamente, como hacía siempre que algo llamaba su atención. Para él, Nela era más una madre que una hermana y procuraba hacerle caso en todo, por el cariño que le tenía y para evitar que le regañara; porque aunque Nela era muy cariñosa, tenía un carácter fuerte y enérgico que afloraba si alguien provocaba su enfado.
Mientras Erik ponía los cubiertos y los platos, apareció su hermana pequeña, Bera; una criaturilla de cuatro años, de ojos verdes y melena rubia, que no paraba de hablar con su lengua de trapo y un gran desparpajo. Enseguida se agarró a la pierna de Erik para que éste la tomara en brazos.
-¿Cómo estás bichejo? –le dijo Erik mientras le daba un beso.
-¡Muy bien! Hemos estado jugando con la nieve.
-Aprovecha porque ya queda poco para que se derrita, de hecho debería haberse derretido ya. ¿Me ayudas con los cubiertos?
-¡Sí!
Ya en la mesa, la familia charlaba animadamente comentando los diferentes acontecimientos del día. Nela estaba pendiente de que no faltara nada, y su padre tenía que insistirle para que no se levantara y cenara con tranquilidad.
-Hoy hemos ido a visitar a Markus –dijo Erik-. Le he pedido que nos ayude a amaestrar a los cachorros.
-¿Markus, el cetrero? –preguntó Nela con cierto asombro.
-El mismo –respondió Erik mientras miraba a su padre intentando descubrir alguna reacción.
-¿Y qué os ha dicho? –inquirió Árkhelan al fin.
-Que sí, que nos ayudará –Erik no pudo resistir la curiosidad por más tiempo y continuó hablando-. No sabía que era amigo tuyo.
-No nos vemos mucho últimamente –comentó Árkhelan con una sencillez que desarmó a Erik-. ¿Te ha dicho algo especial?
-Bueno, no sé. Cuando llegamos nos miró con un poco de desconfianza, hasta que me reconoció. Entonces nos dijo que os había conocido a ti y a mamá hace muchos años, antes de que os casarais.
-Es cierto, Markus y yo servimos juntos en el ejército.
-¿Y por qué no nos habías hablado nunca de él? –preguntó Erik con cierto temor a ser demasiado indiscreto.
-Como te he dicho, hace bastante tiempo que no nos vemos. Cuando dejé el ejército, me dediqué por entero a la granja. Markus se había instalado aquí algunos años antes y estaba muy ocupado con sus animales. Siempre ha sido un poco excéntrico y…
-¿Qué quiere decir excéntrico, papá? –Interrumpió Bera.
-Loco –respondió Robert.
-No –corrigió Árkhelan-, no quiere decir loco, si no un poco especial. Markus es un gran cetrero y un buen soldado, pero no es fácil tratar con él porque nunca sabes cómo va a reaccionar. No hay duda de que es un hombre de honor y muy trabajador pero…
-Está loco.
-¡Robert! –intervino Nela sin poder reprimir una sonrisa.
-Bueno, quizá un poco –concedió Árkhelan-, pero no es una locura peligrosa. En el fondo es un buen hombre, lo que pasa es que el pobre ha sufrido mucho y por eso es un poco desconfiado.
-¿Qué le pasó? –preguntó Bera.
-Eso no es asunto vuestro, hay que saber respetar la intimidad de las personas –respondió Árkhelan.
-Mañana le llevaré los cachorros para que los vea y para que me diga qué tengo que hacer –dijo Erik retomando el hilo de la conversación-. Espero que él pueda ayudarme.
-No te preocupes, Erik –le tranquilizó Árkhelan-, si alguien sabe de animales, ese es Markus. Dale recuerdos cuando lo veas y dile que me pasaré a saludarle uno de estos días.
Capítulo II
-Erik, ¿te has vuelto loco? –dijo Árkhelan en un tono sereno pero firme-. ¿Cómo vas a criar unos lobos en la granja? Los lobos son animales salvajes, antes de que te des cuenta atacarán a nuestro ganado o al de nuestros vecinos, o mucho peor, a cualquier persona. Que una manada de lobos ataque a un rebaño de ovejas ya es malo, pero que seamos nosotros quienes criemos a nuestros enemigos es una locura.
-Papá, por favor, déjame cuidar de ellos. Los amaestraré, los educaré y les enseñaré a respetar a las personas y a los animales.
-No son perros aunque lo parezcan, Erik, son lobos; pertenecen al bosque, tienen instinto asesino y eso no se lo puedes cambiar por mucho que quieras.
-Son sólo unos cachorros separados de la manada. Estoy seguro de que pueden aprender a convivir con otros animales y a obedecer a su amo. Por favor… Confía en mí, déjame intentarlo –casi suplicó Erik.
Árkhelan miró a su hijo fijamente, no era un chico obstinado ni cabezota. Tenía personalidad y un carácter fuerte pero sabía obedecer y rectificar cuando era preciso. No se dejaba llevar por los caprichos, era muy cumplidor y responsable en las tareas de la granja…
-¿Y qué pasará si, a pesar de todos tus esfuerzos, no consigues adiestrarlos y ocurre algún incidente? -preguntó por fin.
-Entonces, yo mismo me encargaré de sacrificarlos –respondió Erik con decisión, consciente del compromiso que estaba adquiriendo.
-Muy bien, no sé si te das cuenta de lo difícil que va a ser educarlos y del esfuerzo que te va a suponer procurarles alimento. Sólo podrás usar productos de la granja mientras se limiten a beber leche, después tendrás que cazar para ellos hasta que aprenden a hacerlo solos. ¿Dónde van a vivir?
-Les construiré una casa junto al granero –dijo Erik aliviado al ver que había conseguido su propósito-, y sólo les dedicaré mis ratos libres. No te preocupes, papá, no dejaré de cumplir ninguno de mis encargos por cuidar de ellos.
-Lo sé –fue la breve respuesta de su padre mientras salía de la habitación.
-¿Y cómo vas a adiestrarlos? –preguntó Gunnar al día siguiente mientras paseaban por el pueblo. El muchacho se apartó un mechón de pelo castaño que caía sobre sus ojos oscuros y continuó masticando una apetitosa manzana.
-No tengo ni idea, pero no creo que sea difícil –contestó Erik-. Sólo son unos cachorrillos, lo único que hay que hacer es alimentarlos y conseguir que se vayan familiarizando con las personas, y con los animales de la granja.
-Hasta que una buena mañana te levantes y descubras que tienes tres gallinas menos porque los lobos decidieron darse un buen desayuno –comentó Kodran.
Erik miró a su amigo sin saber qué responderle. Kodran tenía el don de encontrar el punto débil a los razonamientos. Con su pelo oscuro, nariz afilada y ojos rasgados, era la personificación de la ironía y el sarcasmo, aunque su buen corazón habitualmente le impedía cruzar ciertos límites o le llevaba a rectificar en caso contrario.
-Mira, yo no tengo ni idea de cómo se educa a unos lobos –continuó diciendo el muchacho-, pero me parece que tendrías que informarte bien porque si no tendremos un problema, sobre todo tú, que te has comprometido a educarlos o sacrificarlos.
-No hace falta que me lo recuerdes –dijo Erik pesaroso-, sé muy bien en qué lío me he metido. ¿Y cómo quieres que me informe? ¿Conoces a alguien que pueda ayudarnos?
-Mi padre siempre dice que si hay alguien en la aldea que sepa de animales, ése es Markus –intervino Gunnar-. Durante muchos años fue el cetrero real. El rey y todos los nobles le encargaban que adiestrara a sus halcones para las cacerías. Vive solo, no muy lejos de aquí, al norte del pueblo. ¿Por qué no vamos a preguntarle si nos puede ayudar?
-¿¡Markus, el cetrero!? –dijo Kodran con sorpresa-. Por lo que he oído se lleva mejor con los animales que con las personas. Tiene muy mal genio, lo más seguro es que nos mande a paseo sin darnos tiempo a explicarle lo que queremos. ¿Qué opinas, Erik?
-Yo también he oído hablar de él y de su humor de perros pero, si es cierto que es el que más sabe de animales, me parece que no perdemos nada por intentarlo. ¿Queréis que vayamos ahora?
-Bueno, ¿por qué no? –Fue la breve respuesta de Kodran, aunque la expresión de su rostro manifestaba que no le acababa de gustar la idea.
Los tres amigos se dirigieron a la granja de Markus. Estaba situada junto al río y rodeada de árboles por todas partes. Junto a la cabaña había un enorme granero de madera con pequeñas ventanas a gran altura. Se acercaron temerosos. Erik y Gunnar empezaban a preguntarse si realmente había sido una buena idea venir a consultarle.
-A lo mejor no está en casa –dijo Gunnar con la voz entrecortada-, podemos volver otro día, ¿no?
–Quizá tengas razón –dijo Erik.
Ya se estaban dando la vuelta cuando escucharon un ruido metálico que salía de dentro del granero. Erik respiró hondo y dijo:
-Me hace tan poca gracia como a vosotros ir a hablar con ese hombre misterioso pero, si realmente puede sernos de ayuda, tendremos que decidirnos a hablar con él. Yo iré primero, seguidme.
No dio tiempo a que le respondieran. Con paso decidido, Erik se encaminó hacia el origen del tintineo que seguía escuchándose cada vez con más claridad. La puerta del granero estaba entreabierta. Sin atreverse a entrar, Erik la golpeó con fuerza para llamar la atención de quien estuviera dentro pero no lo consiguió, así que volviendo a llamar dijo:
-¿¡Hola!? ¿¡Hay alguien!? Estamos buscando al señor Markus, por favor.
En ese mismo instante cesó el ruido metálico. Unos pasos ágiles se encaminaron hacia ellos. Erik se echó hacia atrás instintivamente situándose entre Gunnar y Kodran. Enseguida se abrió la puerta empujada por un hombre de unos cincuenta años alto y fuerte. Su melena larga y totalmente blanca caía más allá de sus hombros. Llevaba el torso desnudo y sujetaba un gran martillo con su mano derecha. Su inexpresivo rostro, cubierto en parte por una barba bien recortada, era de piel curtida y estaba manchado de carbón. Sólo sus ojos de un color azul intenso transmitían algún sentimiento. Se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano izquierda y habló en un tono educado pero nada acogedor:
-Yo soy Markus, ¿me buscabais?
-Sí –dijo Erik retomando el aliento-, veníamos a pedirle un favor si no es mucha molestia… Pero si está ocupado podemos venir otro día –concluyó aceleradamente al ver la mirada fría que le estaba dirigiendo el cetrero.
Los tres chicos empezaron a retroceder lentamente, mascullando una excusa apenas audible, cuando Markus les detuvo:
-Espera, ¿no eres el chico de Árkhelan?
-Sí, señor, me llamo Erik –dijo con un tono algo más firme.
-Sí, claro que sí, te pareces bastante a él, supongo que te lo habrán dicho muchas veces.
-La verdad es que no, casi todos dicen que me parezco más a mi madre. Ella…
-Murió hace cuatro años al dar a luz a tu hermana pequeña –continuó Markus en un tono sorprendentemente comprensivo-. Lo sé. Lo siento. Era una gran mujer, digna esposa de un gran general como tu padre. Sí, conocí a tu madre –respondió Markus a la pregunta que se adivinaba en los ojos de Erik-. La conocí, mucho antes de que tú nacieras, cuando era sólo una joven campesina y tu padre un joven oficial del ejército. Tu padre y yo servimos juntos durante varios años. Pero todo esto no viene al caso, queríais pedirme un favor. ¿De qué se trata?
-Dicen que usted es la persona que más sabe de animales del valle –dijo Kodran al ver que Erik aún no se había repuesto de la sorpresa.
-Es cierto, y no sólo del valle, posiblemente de todo el país –repuso Markus sin inmutarse.
-Queríamos hacerle algunas preguntas sobre lobos –intervino Gunnar, que hasta entonces no se había atrevido a abrir la boca.
-¿Lobos? ¿Qué queréis saber sobre los lobos? ¡Ah, entiendo! Venís por lo del lobo que cazó ese animal carroñero de Olaf, ¿no?
Erik no pudo evitar sonreír al comprobar que Markus tampoco sentía un gran aprecio por el trampero.
-No exactamente –dijo el chico mucho más tranquilo-, aunque sí que está relacionado con ese lobo.
Sintiéndose cada vez más seguro, Erik relató con detalle todo lo acontecido con los zorros, la madre loba y sus cachorros, y el compromiso que había adquirido con su padre de educar a los lobeznos o sacrificarlos si llegaban a ser una amenaza. Markus escuchó con interés sin interrumpir la narración. Cuando Erik terminó, respiró hondo y mirándole atentamente le dijo:
-Estaba en lo cierto, te pareces mucho a tu padre, y no sólo en lo físico, aunque es cierto lo que decía tu madre: “ojos verdes como el mar y el cabello...”
-“Como el trigo” –concluyó Erik, asombrado de que Markus hubiera evocado esas palabras, tantas veces escuchadas en su infancia.
-Correcto. Y como el general Árkhelan, siempre defendiendo al débil y desamparado –continuó el cetrero-, aún sin tener muy clara cuáles van a ser las consecuencias. Así que ahora tienes dos cachorrillos y no sabes qué hacer con ellos para que no se conviertan en un peligro cuando crezcan –Markus clavó su mirada en los ojos de Erik-. Pero dime, ¿para qué quieres tú un par de lobos? ¿Para fanfarronear por ahí? ¿Para pasear por el pueblo montado a caballo, con tus lobos detrás enseñando los dientes al que te miré mal?
La pregunta pilló por sorpresa a Erik. Miró a sus amigos y vio que ellos también estaban confusos. Lo cierto era que no se habían planteado la finalidad de todo lo que estaban haciendo. Tras reflexionar unos segundos, Erik se dirigió a Markus y, al hacerlo, su voz sonó decidida:
-No quiero criar a los lobos para que sean mi juguete, ni para impresionar a los demás. Son dos pobres criaturas indefensas que no sobrevivirían solas. Vi como unas alimañas atacaron a su madre. Mientras la loba se estaba muriendo, yo estaba a su lado y, aunque parezca una locura, cuando me miró por última vez, sentí como si me estuviera pidiendo que cuidase de sus cachorros por ella. Sé que los lobos son animales libres que pertenecen al bosque, no pretendo domesticarlos para que se comporten como unos perrillos falderos, pero tampoco puedo alimentarlos sin más, sin pensar en lo que ocurrirá después. Así que lo que haré, espero que con su ayuda –añadió el muchacho-, será criarlos hasta que puedan valerse por sí solos y después llevarlos lejos de aquí para que lleven su propia vida. Pero mientras estén bajo mi cuidado necesito que respeten a los demás animales y no quiero tenerlos todo el día encerrados ni atados.
Por primera vez desde que habían empezado a hablar, algo parecido a una sonrisa asomó a los labios de Markus.
–Bien, chico, bien -dijo en tono pausado-. Si es como dices, puedes contar con mi ayuda aunque no te garantizo nada. Una cosa es amaestrar un halcón, pero un lobo… Veremos qué pasa.
-Pues tampoco es para tanto, ¿no? –dijo Gunnar mientras volvían a sus casas-. Creía que iba a ser peor y, bueno, no es que sea un pozo de simpatía pero…
-Sí –intervino Kodran-, yo me esperaba un ogro con colmillos afilados y garras de león, que viviera en una casa tenebrosa, rodeada con estacas en las que estuvieran clavadas las cabezas de sus víctimas… Y sólo es un hombre normal y corriente, aunque es cierto que impone bastante. ¿Qué opinas Erik?
-Sí, parece un buen hombre aunque un poco desconfiado. No sé, la verdad es que lo último que me esperaba es que conociera a mis padres y, al parecer, bastante bien. En el fondo tiene sentido, él también era de la guardia personal del rey. Lo que no entiendo es por qué mi padre nunca me ha hablado de él.
Capítulo I
CAPÍTULO I
Una breve introducción
Un saludo
Así que... ¡Allá vamos!